Dos semillas estaban juntas en el suelo primaveral y fértil.
La primera semilla dijo:
—¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo
que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que
me cubre... Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien
la llegada de la primavera... ¡Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la
bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos!
Y así creció.
La segunda semilla dijo:
—Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sé con
qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo
puedo dañar mis delicados brotes... Si dejo que mis capullos se abran, quizá un
caracol intente comérselos... Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me
arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.
Y así esperó.
Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca
de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la
comió.
La primera semilla dijo:
—¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo
que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que
me cubre... Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien
la llegada de la primavera... ¡Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la
bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos!
Y así creció.
La segunda semilla dijo:
—Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sé con
qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo
puedo dañar mis delicados brotes... Si dejo que mis capullos se abran, quizá un
caracol intente comérselos... Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me
arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.
Y así esperó.
Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca
de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la
comió.